sábado, 29 de octubre de 2011

Las benditas ánimas del Purgatorio


Llega el otoñal mes de noviembre, un mes que comienza con dos fechas muy significativas: la celebración de Todos los Santos el primer día del mes y la Conmemoración de los Fieles Difuntos, el día siguiente. Dos funciones de suma importancia, muchas veces desvirtuadas por modas y tradiciones foráneas.
Generalmente  otorgamos a la primera de estas dos celebraciones una mayor importancia, siendo por tradición un día festivo, no laborable. Un día solemne en honor a todos los santos, conocidos y desconocidos. Esta celebración, instaurada el primer día de noviembre por el Pontífice Gregorio III e impulsada por Gregorio IV, tendría la función de honrar a todas aquellas almas que alcanzaron la gloria del Padre y que interceden por nosotros. Pero, ¿qué es de aquellas almas que no han llegado a buen puerto? La importancia que la Conmemoración de los Fieles difuntos posee muchas veces pasa desapercibida o pierde importancia por preceder la festividad de Todos los Santos, pues tiene como objetivo orar por las almas que padecen en el Purgatorio.

Creer en el Purgatorio es creer en la resurrección y la inmortalidad. El Purgatorio nace de la necesidad de purificación que se imponen las propias almas para poder alcanzar el abrazo de Dios. Sin embargo, el amor a Dios es tan intenso, tan abrasador, que este se vuelve absolutamente insoportable. Por tanto, el Purgatorio no es un lugar, sino un estado. Un estado del alma que padece tan amarga pena con la esperanza de alcanzar la gracia de Dios, y aunque sea un estado impuesto por las propias ánimas, necesitan de nosotros para alcanzar la rendención. Es por ello que la Iglesia Católica celebra durante estos días el Oficio de Difuntos, con ayuda para que todas estas almas puedan alcanzar la gloria. Un verdadero acto de caridad cristiana.

J. H. M.