sábado, 3 de marzo de 2012

Ideología liberal al servicio del arte. CCXXIV Aniversario del nacimiento de Fernando Estévez de Salas

Corría el año 1788 cuando, tal día como hoy, veía las primeras luces del alba el brillante artista D. Fernando Francisco Estévez de Salas. La calle que hoy lleva su nombre, arteria principal de la Villa, tuvo el honor de acoger el lecho en el que naciera no sólo un brillante escultor, sino un hombre de su tiempo, imbuido de ideas renovadoras y modernas.

Noble, sencillo y humilde, el carácter de Fernando podemos encontrarlo en el rico legado de su arte, así como en la serenidad de cuantas obras concibió bajo los cánones del clasicismo decimonónico. Desde la apertura de su obrador, ya establecido a principios de 1809, los encargos se sucederán con creces atendiendo a una importante popularidad que irá creciendo rápidamente, realizando no sólo esculturas devocionales, sino dedicándose también a tareas de reforma de obras anteriores, diseño, arquitectura en madera o pintura. Cabe destacar su notable relación con la docencia, llegando a ser Catedrático de Dibujo Lineal y Adorno de la Academia de Bellas Artes de Canarias o, incluso, su colaboración con diversas efemérides celebradas en la Villa o en Santa Cruz.

Precisamente, en este sentido, ahora se antoja fundamental su vínculo con la organización de los actos que tuvieron lugar en La Orotava con motivo de la proclamación de la Constitución en 1812. Una celebración que cobra especial significado en el presente año, pues celebramos el aniversario de nuestro primer texto constitucional. A pesar de su escasa vigencia, se cumplen 200 años del punto de partida y referencia recurrente de todo el orden constitucional español. Una Constitución, considerada por algunos como “demasiada avanzada para un cambio tan profundo y rápido”, que fue bien acogida por el imaginero y los habitantes de la Villa.

Aún queda mucho por investigar al respecto, pero todo indica que dicha efeméride fue el punto de partida para una nueva época en el escenario local. Desde entonces muchos vecinos y el propio artista dejaron atrás los roles representativos del Antiguo Régimen para dar paso a la sociedad contemporánea, cuyo desarrollo posibilitó en mayor medida la muerte de Fernando VII en 1833. Atrás quedaría también la lucha entre absolutistas y liberales, aunque hay constancia de que nuestro imaginero se mostró partidario de las ideas renovacionistas desde su juventud y adolescencia.

La vinculación de Estévez con esta primera efeméride constitucional se debe a que fue uno de los encargados de la dirección de los actos que se realizaron, “pintando los arcos triunfales y otras cosas análogas al objeto”. Luego vendrían años de trabajo en el seno del consistorio local, ya que el imaginero se mostró especialmente activo como concejal durante los años del Trienio Liberal (1820-1823). En ese periodo llegaría a disponer una sencilla placa o lápida marmórea que recordaba tal efeméride en el altozano o llano frente a la Iglesia de San Agustín, el mismo espacio que años más tarde remodelaría como alameda de moderno aliento para el recreo de sus contemporáneos (1834-1836).  

Por tanto, en la celebración de los 200 años desde la redacción de nuestra primera Carta Magna, volvemos de nuevo los ojos a este polifacético personaje de la Villa. Al acercarnos a la actividad de Estévez en el marco de “la Pepa” no advertimos la participación anodina de un artista que, haciendo las veces de artesano, realiza unas arquitecturas momentáneas. Más bien, el “sí” de Estévez a la Constitución está en la base de una mentalidad abierta y libre, pero dividida, pues se debatía entre un liberalismo que minaba las bases de un sistema absolutista y estamental y la postura reaccionaria de muchos clérigos que se elevaron como auténticos baluartes de una sociedad clasista fraguada durante la época Moderna.

El papel de Fernando Estévez es, pues, revelador. Una personalidad inquieta y avanzada, de potente impulso ilustrado que, además de a las artes, llevó su mentalidad a la sociedad y a los acontecimientos políticos más sobresalientes de su tiempo. De esta manera, advertimos en Estévez una dimensión que supera una técnica brillante y nos acerca a las convicciones de un auténtico intelectual, amante del progreso y amplio conocedor, pese al aislamiento que por aquel entonces padecían las Islas, de las ideas reformistas más relevantes en la Península y Europa.

E. D. G. - J. H. M.