viernes, 16 de marzo de 2012

Te llamaron Soledad. Datos histórico-artísticos de la imagen de Ntra. Sra. de Los Dolores, de la iglesia de San Francisco.

La imagen que este año anuncia a todos la Semana Mayor de esta Villa, venerada con celo en este templo de San Francisco, remonta su historia al convento franciscano de San Lorenzo, fundado en 1519 en el emplazamiento donde hoy se sitúa el Hospital de La Santísima Trinidad y este templo en el que nos encontramos, reconstruido tras el pavoroso incendio que sufrió la fábrica original la noche del 20 de Abril de 1801.

Poco ha desvelado la historiografía artística local sobre la pieza que hoy preside nuestra reunión. Con todo, podemos aseverar con seguridad que estamos ante la Dolorosa más antigua de cuantas reciben culto en la actualidad en la Orotava e incluso en el norte de la isla. En antigüedad con esta talla, tan solo habría podido competir la imagen de Nuestra Señora de los Afligidos que tallara Martín de Andújar para el convento de Santa Lucía de los Realejos, luego convertida en imagen de gloria por Nicolás Perdigón y tristemente desaparecida en el incendio del templo del Realejo Bajo en 1978.

Sobre la procedencia de la imagen poco podemos afirmar con seguridad. Sin embargo, atendiendo a las circunstancias del momento de su llegada, allá por las primeras décadas del siglo XVII, y cotejando la venida de la imagen con la de otras tallas del Convento de San Lorenzo, la filiación sevillana de la Virgen se nos torna más que certera. Para asegurar la procedencia hispalense de la Virgen no sólo nos amparamos en las características formales de la pieza, ya de por sí bastante clarificadoras, sino en la llegada por aquellas fechas de otras tallas para el convento, caso del titular, San Lorenzo Mártir, hoy en San Juan; la Virgen de la Caridad; el Señor Muerto, que también perteneció al antiguo cenobio; o el propio Cristo del Huerto, todas ellas de reconocida procedencia andaluza. Esta intercambio comercial entre la Península y Canarias fue una constante durante todo el Antiguo Régimen, más en estas fechas tan tempranas en las que pocos obradores trabajaban en la isla, por lo que no podían hacer frente a la incipiente demanda de imágenes devocionales de conventos y parroquias.

Sabemos ya que esta imagen, bajo su original advocación de “Nuestra Señora de la Soledad” contaba con Cofradía propia, de carácter restringido en la composición de sus miembros, y que procesionaba cada Viernes de Dolores desde 1633. Existía, además, en la Iglesia de San Lorenzo, un altar dedicado a la Dolorosa y otro, presidido por esta sagrada imagen, a la advocación de la Soledad de María. Así, el 4 de julio de 1713, Matías Luis Ferromoto y Catalina de Lugo disponen que se celebraran “dos misas cantadas a Ntra. Sª de los Dolores en su altar y en su día […] otra el Lunes Santo a Nro. Sor. Del Huerto y otra a Ntra. Sª de la Soledad en el último sábado e Quaresma en su altar”. La Cofradía de la Soledad hubo de alcanzar cierta importancia a lo largo del siglo XVII ya que en 1664 su prioste y patrono, Francisco de Molina, dio poder a su hermano, el religioso agustino fray Baltasar de Molina, para solicitar al Papa “las gracias y preeminencias y demás cosas que tengo encargada a su cofradía y confraternidad”.

El incendio que el 20 de abril asoló el convento franciscano, con su iglesia, archivo, biblioteca y demás dependencias, supuso la pérdida del rico patrimonio que había atesorado aquella magna fábrica, por Viera y Clavijo llamada “El Escorial de Canarias”. Afortunadamente, la pronta intervención de los vecinos logró sacar de los rigores del fuego algunas de las imágenes del templo, caso de la milagrosa imagen de la Virgen de la Caridad, San Buenaventura, San Lorenzo, las tallas del Calvario, la Virgen del Tránsito o la propia Virgen de la Soledad. Pese a ello, la pequeña iglesia reconstruida tras el incendio, de una única nave y ya levantada en 1805, sólo permitió mantener el culto a la Virgen de los Dolores, que con el Señor Muerto y San Juan conformaba un Calvario en uno de los retablos del templo. Es en este momento cuando la imagen de la Soledad pasa a la Parroquia Matriz de la Concepción.

La primera desamortización no afecta al recién reconstruido cenobio. Más bien, atrae a él a frailes de otros puntos de la isla. Sin embargo, la Desamortización que el Ministro Mendizábal dispone en 1835 supone ya la exclaustración del convento, cuyas dependencias quedarán para uso hospitalario. Mientras, en la Parroquia de la Concepción, la imagen de la Soledad, cuya advocación ya ha sido cambiada por la de “los Dolores”, se encuentra en las dependencias parroquiales, sin recibir culto de ningún tipo, pues la existencia de la talla de la Virgen Dolorosa realizada por Luján Pérez pocos años antes hacía incoherente el culto a dos imágenes de la misma advocación en el mismo recinto.

Esta situación se mantendrá en el tiempo hasta la tardía fecha de 1873, fecha en la que el organista de la Concepción, Telesforo García Rodríguez, deseoso de recuperar el culto a la Soledad, pide licencia al gobernador eclesiástico para colocarla en uno de los nichos de la Iglesia de San Francisco, alegando la original pertenencia de la imagen al ya extinto convento de san Lorenzo. Es en este momento cuando, concedida su petición, la imagen regresa a la iglesia de San Francisco, siendo colocada, en un Calvario, en el tercer retablo del muro del Evangelio del referido templo, donde actualmente se encuentra.

En agosto de 1882 la interviene Nicolás Perdigón Oramas, quien también retocó otras imágenes del templo, caso de la Virgen de la Caridad o el Cristo del Huerto, tallas en las que acometió reformas más profundas que las que afectaron a la Soledad. No sabemos hasta qué punto afectó a la imagen la reforma de Perdigón, pero no debió de tener gran alcance, pues la imagen conserva su bella fisionomía original, de profunda impronta sevillana: nariz recta, entrecejo fruncido, pronunciado mentón y manos rígidas, dispuestas en actitud suplicante a la altura del pecho, así como sus ojos originales policromados al óleo. Tristemente, su composición original ha sido alterada hasta ocupar la posición actual, con su mano izquierda apoyada sobre el pecho y la derecha dirigida hacia el exterior en un gesto poco natural. La reforma de Perdigón pudo haberse centrado en el retoque de la policromía, la intervención en el candelero, que presenta el azul característico de las reformas de Perdigón, y el añadido del cabello a modo de suaves hondas que se recogen en la nuca de la imagen.

A modo de particularidad, la Soledad es la única Dolorosa de la Orotava, y una de las pocas del norte que emplea el corazón atravesado por siete puñales en lugar de la espada característica, tal y como profetizó Simeón según nos refiere San Lucas. Los dolores de la Santísima Virgen, que recorren sus padecimientos desde la profecía de Simeón hasta la puesta en el sepulcro del cuerpo inerte de Cristo, pasando por la Huida a Egipto, la pérdida del niño Jesús en el templo, el encuentro con Cristo cargado con la cruz en la Vía Dolorosa, la Crucifixión y el recibimiento del cuerpo muerto del Señor al ser bajado de la Cruz, son una devoción bajomedieval que materializa en esta entrañable iconografía, a través de la cual el fiel contempla visiblemente el papel corredentor de María en el dolor. Sin embargo, esta iconografía no parece ser la original de la imagen, ya que presenta en el pecho, bajo los tejidos, el engarce para la espada que tuvo que haber llevado en su día.

Por otra parte, la actividad de su culto no experimentó un auge notorio con la llegada a la iglesia de San Francisco. Bien es cierto que se encuentra expuesta a la pública veneración de los fieles, pero ni cuenta con salidas procesionales ni con celebraciones especiales. Tan solo en algunas efemérides, caso del Año Mariano de 1988 a iniciativa de don Jacinto Barrios, por entonces cura-párroco de la Parroquia de la Concepción, procesiona por las calles de la Orotava.

Con su incorporación a partir de esta fecha a los cultos del Cristo del Huerto, la Virgen de los Dolores ha experimentado un magnífico enriquecimiento en su patrimonio, luciendo a día de hoy magníficas piezas argénteas, todas ellas obras del orfebre sevillano José Jiménez. Así, en 1992 estrena el soleo de plata en su color que ostenta ahora mismo; en 1994 una media luna de similar material, ricamente ornamentada con decoración vegetal y el escudo de la Hermandad del Huerto en su parte central; en 1996 una jardinera, también de plata, para su trono procesional; en 2003, un corazón con los siete puñales de hermosa y delicada factura; así como piezas textiles, caso del traje bordado en oro sobre terciopelo realizado en talleres gaditanos que luce cada Domingo de Ramos.

Mención aparte merece el trono en el que recorre las calles de nuestra Villa en sus salidas procesionales, obra excepcional de Manuel Martín Rodríguez elaborada en madera de cedro y bendecida el 2 de marzo de 2008. Es, sin lugar a dudas, un prodigio escultórico y un auténtico canto de alabanza a las glorias de María materializado en el tallado de la madera.

E. D. G.