jueves, 7 de junio de 2012

Pan de ángeles


La Orotava, desde los inicios de su Historia, ha dado sabidas muestras de su madurez y elegancia rindiendo un culto especialmente digno a Jesucristo, Dios y Hombre verdadero y realmente presente en el Pan Eucarístico, pan de ángeles, “celestial medicina”, como la definiera Francisco Guerrero. A Él, de quien “toda lengua proclame el sublime misterio”, según palabras de Santo Tomás; a Él, ante quien “toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo”, comenta el apóstol Pablo; a Él, sumo Dios, palabra encarnada; a Él, sólo a Él, se doblega La Orotava, se rinde y somete. A su imperio de amor consagra la Villa sus flores más bellas, sus plegarias más fervorosas, sus días más claros. A Él, amor de los amores, La Orotava ha querido darle lo mejor que tiene: sus mejores obras de arte, la plata de sus andas, las flores de sus jardines, el corazón de los villeros deshojado en lágrimas como una rosa fragante y hecho alfombra. A Él, verdad de verdades, ha querido esta Noble Villa dedicar sus parroquias más importantes con flamantes tabernáculos.  A Él, principio y fin, la Orotava se entrega a sí misma, como se entregó Él para nuestra redención y gozo en el Calvario.

A Él, prenda de prendas preciosas, la Orotava corresponde con bellos tapices de arenas naturales, como queriendo mostrarle al mismo Cristo cuán generoso fue el Padre cuando, en el principio de los tiempos, creó ese Teide imponente como guardián del Valle que hizo a Alexander von Humboldt desvanecerse ante tanta belleza. A Él, luz de luz, enseña la Orotava sus teas, sus adoquines, su fragancia a brezo tostado, a retama. A Él, Dios escondido, tañen los templos de la Villa  sus campanas para anunciar la más solemne de sus solemnidades. Toda tuya, Jesús Sacramentado; toda tuya, María Santísima, es esta Villa, agradecida de la belleza con que la colmaste, los dones de la que las revestiste, la fe que le enciendes. Tuya y de nadie más, por los siglos de los siglos hasta que vuelvas.

¡Bendito y Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!

¡Sea por siempre bendito y alabado!

E. D. G.